martes, 3 de enero de 2012

Melchor Ocampo, guía independentista de la persona y la nación




Melchor Ocampo, guía independentista de la persona y la nación

Eduardo Garibay Mares/Colaboración especial
Viernes 11 de Enero de 2008

Melchor Ocampo, abogado, filósofo, científico, reformista y político liberal, nació el 5 de enero de 1814 en la michoacana Hacienda de Pateo, y murió fusilado en Tepeji del Río, del estado de Hidalgo, el 3 de junio de 1861. Prócer por quien la entidad fue nombrada Michoacán de Ocampo y cuyo pensamiento perdura vigente, como ocurre con lo expuesto en su discurso del 16 de septiembre de 1852, en Morelia, cuando se manifestó en pro de la independencia de la persona, de la familia, del gobierno, y de la nación.
«¡La patria está en peligro! Pero unidos lo conjuraremos. Es hablando, no matándonos, como habremos de entendernos», advirtió al llamar en favor de la unión y expresar: «En nombre de nuestra religión, de vuestras familias, de vuestra dignidad, de vuestros intereses todos, os ruego que permanezcáis unidos ¡En nombre de todos nuestros recuerdos y aspiraciones de honor y gloria!».
Así fue el apogeo de su proclama en memoria de la guerra por la Independencia de México, iniciada en 1810 y consumada en 1821, respecto a la cual señaló que «si continuamos en la senda fatal en que nuestras discordias nos han metido, se acaba el gran bien de nuestra independencia», la cual, heredada de los héroes insurgentes, afirmó que no había sido cabal y debidamente aprovechada hasta el momento.
«¿Debe increpárseles porque creyeron que llegaríamos, nosotros sus hijos, nosotros su orgullo y esperanza a ser hombres y cuerdos, mientras la conducta nuestra ni ha sido ni es sino la de niños grandes o de insensatos?», cuestionó al señalar que tampoco se había aprovechado «la lección última que el triunfo de los Estados Unidos sobre nosotros debió darnos. Una vez idos nuestros vecinos ¿Qué pedía la prudencia? Que los males reconocidos se remediaran, que los futuros se precavieran».
Ocampo por la independencia individual y del país
¡Señores! Mientras la organización del hombre se conserve, como hoy nos la muestra su naturaleza, habrá en la especie humana un gran número de individuos que estén no necesaria, pero sí fatalmente sujetos a otros. Es naturalmente indeclinable la dependencia y sujeción del débil al fuerte, del ignorante al sabio, del desvalido al poderoso. Pero es socialmente posible la emancipación de todas estas sujeciones.
La higiene y la ortopedia pueden fortificar o corregir una organización débil y anormal, o cuando menos la gimnástica puede enseñar al dependiente los ejercicios de instrumentos y otros que compensen su natural debilidad. El estudio sobre naturaleza, libros o procedimientos industriales, puede procurar el grado de instrucción que cada uno necesite para desempeñar por sí solo su papel en el mundo. El trabajo y la economía pueden dar a cada uno aquel grado de riqueza esperada para satisfacer sus necesidades reales y fantásticas.
Hay cierto grado y género de dependencia que nos degrada, y es aquel en que no podemos vivir sin el auxilio ajeno: aquel en que ni nuestros negocios, ni el uso de nuestras facultades, ni la subvención a las necesidades propias pueden hacerse por nosotros solos. Somos incompletos, estamos truncos, no existimos propiamente como individuos, siempre que nuestra razón, organismo o medios de subsistencia no basten al desempeño de todas las funciones que la naturaleza y, por lo mismo, la sociedad, que es nuestro estado natural, quiere que desempeñemos. No, no hay individualismo siempre que haya de hacerse por dos, o más, la función que debiera cumplir uno solo, porque la acción y su impulso o resorte están divididos.
Las naciones tampoco pueden serlo, ni aún merecen el nombre de tales, siempre que para los altos destinos que les estén encomendados tengan que valerse del auxilio o complemento de otras. Por el contrario, cuando un cierto número de condiciones se ha cumplido, la dependencia deja de existir, y el individualismo se establece en el justo grado que se necesita para la libertad: la nacionalidad se proclama por unos y se reconoce por otros, porque la nación y el hombre se han puesto en la senda de su relativa e indefinida perfección.
No ha sido cordura desperdiciar los años y la riqueza pública en diversos ensayos de gobierno y administración ¡Desgraciada República, prepárate para la que acaso será la última de tus locuras! Subdividida la inteligencia casi en tantas opiniones como hay cabezas que piensen. La inteligencia, primer poder del hombre y de la sociedad, se halla como diluida en tantos pareceres diversos: no hay por lo mismo opinión, no puede crearse un espíritu público, porque no hay una fe uniforme. La fuerza dividida igualmente y desorganizada piensa resolver por la desolación y el exterminio una cuestión que aún no se formula, un problema cuyos datos aún no se completan por parte de los insurrectos. Los que se pronuncian piden, pero ni saben qué, y si reclaman algo tan sólo es para que los incautos crean que hay motivos para exigir con las armas. La riqueza acumulada por el sudor e industria de particulares, desviada del tesoro común la parte que a él debía entrar, por la inmoralidad e ineptitud de algunos, va casi a consumirse en gastos no sólo improductivos, sino destructores y ruinosos
¡Qué va a ser de ti pobre México, cuando están desquiciados los elementos de tu poder e independencia, y cuando en el vértigo de las pasiones, tus mejores hijos van a desgarrar tus entrañas! Cuando en nombre los unos de la libertad y los otros del orden, como si ambas ideas no fueran compatibles, van a agotar tus fuerzas para entregarte postrada a los pies de tu ambicioso y prepotente vecino ¿Queréis ser independientes? ¡Aprended, trabajad, economizad! ¿Queréis que México lo siga siendo? ¡Uníos!
Corolario
En el marco conmemorativo de su natalicio en este 2008, es vigente el llamado unificador de Ocampo para conjurar peligros que amenazan la vida nacional, proclamado en un día festivo pero empañado, como sucede cotidianamente ahora, por la enseñanza deficiente, la inseguridad, la confrontación violenta entre partidos políticos y grupos de poder, y la pobreza, hoy creciente y extrema: causas históricas por las que también se migraba a los Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, aunque no en forma multitudinaria como en la actualidad.
Estos es un contexto de desunión y peligro nacional, casi tan grave como el que hoy se vive, por el que, atribulado, Melchor Ocampo reconoció: «Yo no debí mirar el lúgubre horizonte de nuestro porvenir en un día como éste, que debe ser de júbilo, de congratulaciones y grata remembranza. Pero el espectro de la perdida patria se ha presentado ante mis ojos y no he podido reprimir mi conmoción». Ni más ni menos.

Fe, esperanza y caridad - Dia de los Reyes Magos



Fe, esperanza y caridad

Eduardo Garibay Mares
Viernes 6 de Enero de 2006


Esperar la llegada de los Reyes Magos es una de las tradiciones mexicanas que ejemplifica el ejercicio intrafamiliar de virtudes teologales que fundamentan la vida cristiana, como son la fe de que los Santos Reyes llegarán, la esperanza de que traerán los obsequios deseados, y la caridad emanada del intercambio de amor que ello conlleva, mercantilismo aparte.
Virtudes teologales que la luz de la razón evidencia como dones recibidos de un ser superior, una de las cuales es la fe, que en lo sagrado es fe dogmática, por la que, sin ver, se cree en verdades de la religión. Virtud que en lo religioso y/o lo profano es fe pública, misma que puede ser: fe de vida, cuando certifica en torno a la existencia de la gente, mediante actas de nacimiento o defunción; o fe de diversos actos legales y solemnes como son, en lo eclesiástico: bautismos y matrimonios, entre otros; y en lo civil: contratos matrimoniales, empresariales, de compraventa, etcétera. Fe entendida asimismo como: buen concepto, confianza, crédito, palabra dada, promesa hecha, seguridad, fidelidad. Buena fe que es rectitud y honradez, en contra la mala fe: el doblez y la alevosía.
Otra virtud es la esperanza, que al provenir de distintos orígenes puede ser aquella: primero, por la que el creyente aguarda recibir de Dios los bienes prometidos; segundo, por la que de forma personal se tiene confianza en lograr una cosa; y tercero, por la que se cree que ha de suceder algo favorable, esto es, que de forma general representa el deseo de obtener algún bien espiritual o material. Virtudes que culmina la caridad, consistente en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, y no como mera limosna o socorro.
Adoración regia
Nacido ya Jesús en Belén, en tiempos del rey Herodes, quien era sólo un vasallo de la Roma imperial, a Jerusalén llegaron del Oriente tres Reyes Magos, expresando: “¿Dónde ha nacido el rey de los judíos? Hemos visto su estrella y vinimos a adorarlo”.
El rey Herodes se turbó al oír esto, y con él todos los que tuvieron noticia de ello, pues pensaron que dicho rey acabaría con el reinado de Herodes, quien de inmediato convocó a sacerdotes y escribas para preguntarles en dónde había de nacer el Mesías. A lo cual respondieron que el profeta Miqueas dijo que sería en Belén, ciudad pequeña de la región de Judá, en la que nacería ese caudillo engendrado desde el principio de los tiempos, desde los días de la eternidad, el dominador que regiría al pueblo, el glorificado hasta los términos del mundo. “El que será nuestra paz”, concluyeron.
Después de pedirles que al hallar al niño le informasen, para ir él también a adorarlo, Herodes encaminó a los Reyes Magos a Belén, quienes siguieron el trayecto señalado por la estrella que los guiaba, hasta verla detenerse sobre el sitio donde en un portal estaba la Sagrada Familia: José, María y el niño Dios, ante el que se postraron para adorarlo y ofrendarle presentes dignos de su regia divinidad.
Oro, incienso y mirra
Los Santos Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar, sabios en ciencias naturales y astrología, viajaron del Oriente para conocer al niño Jesús y ofrendarle oro, incienso y mirra, elementales para venerar en la religiosidad y a la realeza, como es el caso del oro, metal precioso empleado en ornamentos de templos y en la elaboración de utensilios para ceremonias, e igual usado como moneda acuñada por la soberanía de un Estado y en la hechura de joyas personales, mismo que por no existir en estado natural en Palestina, era obtenido en Arabia de lugares como Havilá y Saba, entre otros.
En cuanto al incienso, muestra de honor y respeto en el culto a la divinidad y al sahumar a reyes y sacerdotes, el más usual era el incienso de timiana, confección compuesta de cuatro aromas de olor suave. La mirra, resina obtenida en Arabia de un arbusto balsámico, además de usarse como ingrediente en óleos aplicados en ceremonias sacerdotales y sacramentos, así como para embalsamar difuntos, por su grato aroma también se usaba como perfume y, mezclada con vino, ingerida para sedar dolores.
Tendencias históricas y presentes
Después de recibir celestial aviso, los Reyes Magos regresaron por otro camino, para no reencontrarse con Herodes. En tanto que José, igual advertido por un ángel del Señor, huyó con su familia a Egipto, porque el niño Dios podría ser muerto por Herodes quien, llevado por su extrema crueldad y para asegurar la eliminación del Mesías, mandó que en Belén y en la comarca se matase a todos los niños menores de dos años, por lo que hasta lo más alto se oyeron voces, lamentos y gemidos de luto y dolor, de aquellos que lloraban a sus hijos, víctimas de la matanza ocurrida en día funesto, hoy denominado de los Santos Inocentes.
Llegado el momento en que Jesús murió crucificado en el Monte Calvario, su discípulo José de Arimatea pidió permiso a Pilatos para sepultarlo, según la costumbre, y ayudado por Nicodemo aplicaron al cuerpo del Nazareno el ungüento mortuorio, compuesto por una mezcla de mirra y de madera olorosa de aloe, a fin de amortajarlo con una sábana, misma que en el sepulcro fue hallada sola, al tercer día en que el Salvador resucitó de entre los muertos y subió al cielo.
Vuelto a la gloria de la trinidad divina, Jesucristo se apareció para iluminar a quienes equívocamente habían creído que él había nacido para liberarlos de la dominación extranjera y que su reino era material, por lo que tras expresar: «La paz sea con vosotros», a los once apóstoles que aún se encontraban atemorizados y confundidos por los cruentos sucesos, acto seguido les abrió el entendimiento para que en nombre suyo predicasen la penitencia y el perdón de los pecados a todas las naciones.
Territorios evangelizados como lo es México, donde año con año familias se unen en ejercicios de fe, esperanza y caridad, preludiando la llegada de los Santos Reyes, aunque en el amanecer del 6 de enero la algarabía infantil por los regalos recibidos, y la satisfacción de los mayores ante esa felicidad, se opacan por el escepticismo y tristeza de una mayoría en que son más los que ya nada esperan, porque son menos cada vez los que creen, tienen esperanza y hacen algo, a fin de que las cosas cambien para bien en el país.
Regocijo fugaz en un contexto mexicano de inequidad social, generado por la opulencia de unos cuantos y la pobreza extrema de las mayorías, que día a día agrava el imperio de la creciente violencia. Ni más ni menos.

lunes, 2 de enero de 2012

Eduardo Garibay Mares en Síntesis sobre Educación




Eduardo Garibay Mares en Síntesis sobre Educación





Viernes 20 de octubre de 2006
Primer envío, síntesis de prensa, entorno educativo
Cambio
18. Lázaro Cárdenas y la UMSNH. Eduardo Garibay Mares. La UM vive una crisis educativa desde hace décadas y se halla sometida a manipulaciones democráticas.