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... no fue considerado entre los defensores de la nación mexicana reconocidos entonces por el Congreso Constituyente, devenido de la Junta iturbidista, que faltó al no honrar la memoria de Juan O'Donojú
Independencia a México por el virrey O’Donojú
Eduardo Garibay Mares
Prensa Libre
Lunes 4 de septiembre de 2012
“La independencia de México ya era indefectible, sin que hubiese fuerza en el mundo capaz de contrarrestarla, nosotros mismos hemos experimentado lo que sabe hacer un pueblo que quiere ser libre”. El virrey O’Donojú, en su escrito del 31 de agosto de 1821 al gobierno de España.
Designado nuevo virrey de la Nueva España, el general Juan de O’Donojú salió de Cádiz el 30 de mayo de 1821, a bordo del navío “Asia”, y el 30 de julio del mismo año desembarcó en Veracruz. Este militar nacido en Sevilla en 1762 y muerto en México en 1821, era un liberal avanzado, masón, y enemigo del absolutismo, que a principios de 1820 encabezó una conjura contra la Corona española y fue perseguido por el rey Fernando VII, sin que ello le impidiera desempeñar cargos importantes, seguramente porque además de ser teniente general del Ejército de España y jefe de las armas de Sevilla, fue ministro de Guerra y Marina en la lucha contra Francia.
Al llegar a Veracruz, el virrey O’Donojú confirmó la supremacía de la lucha independentista, al tener conocimiento de que el ejército realista sólo dominaba en la ciudad de México y otras cinco capitales de provincia, por lo que luego de lanzar una proclama conciliadora en que manifestó sus principios liberales, arregló en seguida un encuentro con Agustín de Iturbide en la villa de Córdoba.
Tratado de Córdoba y fin de la lucha armada
El 24 de agosto de 1821 fue suscrito el Tratado de Córdoba, donde en los dos primeros de sus diecisiete artículos, se enuncia que esta Nueva España se reconocería por nación soberana e independiente y se llamaría en lo sucesivo Imperio Mexicano; y que el gobierno del imperio sería monárquico constitucional moderado. Pronunciamiento firmado por Iturbide como primer jefe del Ejército Imperial Mexicano, de las “Tres Garantías”, y por O’Donojú, como teniente general del Ejército de España, que puso fin a la lucha armada y consumó la independencia de México.
Sin embargo, al respecto cabe destacar que: primero, ninguno de los dos tenía atribuciones para celebrar dicho tratado; segundo, la modificación al Plan de Iguala abrió la puerta a Iturbide para legitimar la usurpación que premeditaba, al convalidar el sustento de que a falta de príncipe español de la familia reinante, el trono de México podía darse a la persona que designaran las cortes imperiales mexicanas, esto es, la Junta Provisional Gubernativa, comprendida en el tratado para la organización del nuevo régimen, que sería formada por personajes de la elite, en lugar de convocarse un congreso nacional, con lo cual la revolución democrática fue así convertida en aristocrática, ya que igual se prescribió la conformación de un Congreso Constituyente mediante elección ciudadana.
Transición de colonia a nación
Reconocido ya como nuevo virrey, O’Donojú proclamó el 16 de septiembre la terminación de la guerra, al tiempo que hacía público el Tratado de Córdoba que finiquitó la revolución de independencia. El día 27 entró a la ciudad de México el ejército trigarante e Iturbide conformó de inmediato la citada Junta, de acuerdo al artículo 6 del Plan de Iguala, misma que integró con treinta y ocho personas favorecidas por nacimiento, riqueza o ilustración, casi todas ellas escogidas entre los más ardientes partidarios del absolutismo monárquico, dejando por completo de lado a quienes representaban la tendencia democrática y liberal, no obstante ser insurgentes que al iniciar y proseguir la guerra, hicieron posible liberar a México del yugo imperial español.
Reunida el 28 de septiembre, la Junta redactó el Acta de Independencia y convocó a un Congreso Constituyente, acorde a sus intereses. Esa fue la forma en que triunfó, al final de cuentas, el movimiento insurreccional iniciado en el pueblo de Dolores Guanajuato por el cura Miguel Hidalgo: una victoria donde Iturbide y sus partidarios, al conservar el sistema colonial de gobierno y los privilegios del clero, iniciaron un proceso de discordia nacional entre bandos liberales y conservadores.
Muerte de O’Donojú
Sin referir antecedentes respecto a quebrantos de salud y sin más explicaciones, la historia oficial sólo menciona que el 8 de octubre de 1821 O’Donojú enfermó de una pleuresía que, extraña y rápidamente, lo llevó en cuestión de horas al sepulcro, ya que falleció a las cinco y media de la tarde de ese mismo día. La muerte de O’Donojú, cuya presencia, principios y acciones hicieron posible el decreto de independencia de México, casualmente quitó el obstáculo que le habría dificultado a Iturbide la total abrogación del Plan de Iguala y del Tratado de Córdoba, ya que dicho deceso le dejó de inmediato el campo libre para trabajar en pro de un monarca mexicano: él mismo.
Corolario
Escrito lo acontecido en el mundo, sea del pasado o del presente cotidiano, al gusto y servicio de los poderosos que lo pagan, como ocurre con la mayoría de lo que se hace, sea cual sea el tema y sea quien fuere el que lo escribe, también la subjetividad de la Historia de México se ostenta igual en torno al caso de éste último virrey, surgido a su vez de pugnas entre grupos de poder, e intestinas, porque no hay que dejar de lado que O’Donojú pertenecía a una de las clases en el poder, de las cuales, y sólo de ellas, es de las que ayer, hoy y siempre provienen los líderes que logran consolidar cambios que impacten en ámbitos local, nacional o mundial, por su perpetua posesión del conocimiento, del poder: económico, político y jerárquico-social, así como de la proyección e influencia ejercida sobre sectores de población mayoritarios, de los que se sirven.
Esto es, que la necesaria revisión histórica igualmente se evidencia en el caso de O’Donojú, cuando la oscuridad en torno a su muerte se concatena a que oficialmente su figura fue diluida al escribirse la historia nacional, toda vez que no obstante ser él quien posibilitó la renuncia de España al virreinato novohispano, no fue considerado entre los defensores de la nación mexicana reconocidos entonces por el Congreso Constituyente, devenido de la Junta iturbidista, que faltó al no honrar la memoria de Juan O’Donojú, quien vino con el propósito de que se arriara el pendón de la Corona española de este suelo, y que asimismo se izara, para siempre, la bandera del México independiente.
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